sábado, septiembre 22, 2007

Nunca volvere a ver mis manos de la misma manera...

Tomado de el blog de mi amigo Marcelo de el 360


El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del patio. No se movía, solo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos. Cuando me senté a su lado no se dio por enterado y entre más tiempo pasaba, me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía.

Levantó su cabeza, me miró y sonrió. “Sí, estoy bien, gracias por preguntar”, dijo en una fuerte y clara voz.

“No quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente mirando tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien”, le expliqué.

“¿Te has mirado jamás tus manos?” preguntó. “Quiero decir, ¿realmente miraste las manos?”

Lentamente abrí mis manos y me quedé contemplándolas. Las volteé, palmas hacia arriba y luego hacia abajo. No, creo que realmente nunca las había observado mientras intentaba averiguar qué quería decirme. El abuelo sonrió y me contó esta historia:

“Detente y piensa por un momento acerca de tus manos, cómo te han servido bien a través de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y débiles han sido las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar, agarrar y abrazar la vida.

Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo. Cuando niño, mi madre me enseñó a plegarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y ásperas, hinchadas y dobladas. Se mostraron torpes cuando intenté de sostener a mi recién nacido hijo. Decoradas con mi anillo de bodas, le mostraron al mundo que estaba casado y que amaba a alguien especial.

Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y esposa y cuando caminé por el pasillo con mi hija en su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y lavado y limpiado el resto de mi cuerpo. Han estado pegajosas y húmedas, dobladas y quebradas, secas y cortadas. Y hasta el día de hoy, cuando casi nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme, y se siguen plegando para orar.

Estas manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. Pero más importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las Suyas cuando me lleve a casa. Y con mis manos, Él me levantará para estar a Su lado y allí utilizaré estas manos para tocar el rostro de Cristo”.

Nunca volveré a mirar mis manos de la misma manera. Pero recuerdo que Dios estiró las Suyas y tomó las de mi abuelo y se lo llevó a casa.

Cuando mis manos están heridas o dolidas, pienso en el abuelo. Sé que él ha recibido palmaditas y abrazos de las manos de Dios. Yo también quiero tocar el rostro de Dios y sentir Sus manos en el mío.

Nuestras manos son una genuina bendición… de hecho, basta imaginarnos el vernos privados de ellas o su uso para darnos cuenta de cuán importantes son. Otra cosa que la historia de hoy me hizo pensar fue lo que hacemos con esas manos en cuanto a nuestras relaciones con los demás: ¿las usaremos para abrazar y expresar cariño y afecto o las esgrimiremos para exhibir ira y rechazo?

Ojalá que el pensamiento de hoy nos ayude a escoger con sabiduría.

5 comentarios:

harumi puertos dijo...

Que bonito Rosalia! no cabe duda que cada dia se conforma de muchas elecciones y entre ellas estan las acciones de nuestras manos...

Un abrazo!

Javier Tamés dijo...

Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde Rosalia, realmente solo las personas que por un impedimento fisico se han visto obligadas a prescindir de ellas comprenden la importancia de tener una manos utiles.

Interesante historia Rosalia, muchas gracias por compartirla!!

Un fuerte abrazo
Javi

antonia liñan dijo...

SOLO UNA COSA ROSALIA PRECIOSO. Y QUE ES VERDAD ES, EN TODOS, LOS SENTIDOS, NO NOS DAMOS CUENTA DE LO IMPOTANTE, QUE ES TODO, HASTA LO MAS INSIGNIFICANTE, HASTA QUE NO LO VAMOS HA PERDER
UN SALUDO

silvia garcia dijo...

que lindo pensamiento Rosalia, como dice Javi, nadie sabe lo q tiene hasta que lo ve perdido, por eso hay que amar mucho a nuestro cuerpo pues es el vehiculo que tenemos para vivir y cumplir con nuestro destino, un abrazo.

chalia G dijo...

Gracias a ustedes pos sus lindos comentarios , y si en verdad que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde y por lo mismo debemos aprender a querer lo que tenemos y sobre todo cuidarlo
mucho.
Un abrazote y gracias de nuevo.